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sábado, 4 de mayo de 2013

Pablo Escobar en Chile, un personaje de farándula


Por Wilson Charry

Hace unos días, entré al ascensor como todas las mañanas para dirigirme a mi sitio de trabajo. Unos pisos más arriba se subió una señora, cincuentona quizá, la cual supo mi nacionalidad con sólo responderle los buenos días. Quedé mucho más sorprendido con su frase posterior, absolutamente fuera de contexto y con una sonrisa de oreja a oreja: “El patrón del mal” me dijo, palabras que no me dieron otra opción sino de responder con otra sonrisa, mientras me bajaba del ascensor ya que había llegado a mi piso.

Y es que la serie del famoso narcotraficante tiene a mucha gente, según el rating, frente al televisor a las 22:15 hrs cuando comienza, e incluso leyendo el mismo libro que en la capital se vende como “pan caliente”. Lo debo aceptar, la producción es impecable; los actores, los libretos, los exteriores y hasta la edición, la cual acá en el país austral se les pasó un poco la mano.

Pero no es solo la producción en general, sino la historia. El hecho que la gente se le meta en cabeza que ese personaje existió; que no es producto de la imaginación de algún libretista, hace que sea más atractivo. Tan atractivo, que muchos de los televidentes chilenos, no lo ven como un personaje histórico, sino como un personaje de farándula. A él y todos los protagonistas de la historia, tal como ocurrió con la visita del hijo real de Escobar, Sebastián Marroquín, quien fue invitado para realizarle una entrevista en el programa farandulero Primer Plano. Entrevista pésima por cierto, ya que invitar a un personaje histórico si se quiere, a un programa de farándula, queda totalmente fuera de contexto, y como si fuera poco, unos animadores que siempre quieren resaltar, más que sus propios invitados, y sin dejar la manía de interrumpir al personaje cuando está respondiendo lo que primero que le preguntaron, haciéndole otra pregunta totalmente diferente. Eso sin mencionar los “aguardienticos” que se tomaron frente a cámaras.

No solo sucede en Chile, sino en el propio país protagonista, donde algunos inescrupulosos, a mi opinión, se dedicaron a vender estampillas de esta serie para llenar un álbum, como cualquier historieta cómica.

Entender que Escobar es un personaje que se debe tomar en serio, por muy pintoresco que parezca, solo sucede cuando se recuerda a sus miles de víctimas que dejó con sus bombas, tumbadas de aviones en pleno vuelo, secuestros, corrupción y comercialización del polvo blanco que ensució no solo a Colombia, sino a otros países, incluyendo a la bella isla de los hermanos Castro, según como lo cuenta la propia serie y algunos testigos vivos.

Sólo se comprende viviendo el terror como la que viví cuando niño, por saber que a la vuelta de la esquina de la casa de mi hermana y mi cuñado, había una farmacia “Drogas la Rebaja” y que en cualquier momento podría estallar por ser uno de los blancos escogidos por “El patrón del mal”, ya que estas farmacias pertenecían a sus similares narcotraficantes y archienemigos del cartel Cali. Terror insignificante si lo comparamos con los de miles de familias que sufrieron en carne propia sus despiadadas decisiones que incluso después de más 20 años aún afectan a todo un país.

Cuando recién se promocionaba la serie, la critiqué con el alma, ya que pensaba que se trataba de una serie más de narcotráfico y prostitutas, como la que hoy se pelean el rating el canal La Red y Chilevisión con Sin Tetas no hay paraíso, cada uno con una versión diferente, lo cual no se puede negar que deja cierta estigmatización con los nacidos en el país de Gabo. Sin embargo, debo aceptar que la serie de Mega no solamente es atractiva por la producción como lo mencioné, sino por que a medida que pasan los capítulos, aquel individuo llamativo y gracioso, se va transformando en lo que verdaderamente fue…un monstruo!. Y no quitaré de mi boca esa definición por muchas canastas de comida que le haya regalado a los pobres en Medellín, ni por muchas canchas de fútbol que haya patrocinado, ni porque construyó un barrio entero con su nombre, ni si quiera por que en algunas ocasiones me haga reír en la serie, debo confesar, con sus frases y dichos. Si, me veo la serie, seguramente no solo por encajar ciertos hechos como una buena clase de historia, sino porque tal vez también me carcome el cierto grado de morbo que todos llevamos dentro.

Si, me veo y me seguiré viendo la producción como me encanta ver películas de Adolfo Hitler, pero nunca viéndolas como personajes de farándula, siempre teniendo conciencia y resaltando los crímenes que cometieron; resaltando y honrando más a las victimas que al propio victimario.

Faltan pocos capítulos para que finalice la serie, y a pesar que todos conocen el final, el número de televisores encendidos subirá para verlo. Entre esos el mío, que mientras se me refresca la memoria, sigo dándole buenos calificativos a la producción poniendo como excusa que por lo menos, por alguna razón que aún no comprendo del todo, por la serie, aquella señora del ascensor en vez de hacerme algún gesto desagradable, me sonrió.

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