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sábado, 4 de mayo de 2013

El adiós de Ana y Santiago: el final de una meta cumplida

Por Wilson Charry @WilsonCharry

Muchos dicen que en la vida existen metas a corto, mediano y largo plazo, y que a medida que éstas se cumplen, sólo hay que cerrar la página para poder lograr las que siguen.

“Me costó mucho hacer nexos de amistad profunda con chilenos. Yo nunca llegué a lograr ese punto de sentirme realmente perteneciente a Chile. Sí me sentía bienvenido, me trataron muy bien, me fue muy bien en los trabajos que hice. No es una crítica al país sino que tal vez fui yo que no me adapté”.

Futón Japonés: $65.000. Televisor Samsumg 26” $100.000. Microondas NEX $20.000. Box Americano Stylo (2 plazas) $140.000

Éstos nos son los precios de un Mall ni mucho menos de una revista de descuentos. Son los precios que Ana y Santiago le dan a sus cosas de su departamento en el centro de la capital.

"¿Cuánto han logrado vender?" les pregunto mientras miro su living un poco vacío.

“Nos faltan varias cosas, es que hay una gente que quiere todo regalado” me contesta Ana desde la cocina con voz fuerte mientras comienza la preparación de los apetitosos buñuelos (pan típico colombiano a base de harina y queso) que me prometió mientras me concedía esta entrevista un poco informal.

Chile, un país que en los últimos años se ha convertido en el centro de atracción para muchos inmigrantes que llegan por infinidad de razones: estudio, trabajo, nuevas aventuras o simplemente a buscar las oportunidades que su país de origen no les ofrece.

La pareja protagonista de esta historia, son oriundos de la capital colombiana y llegaron a Chile hace 5 años contratados por una multinacional, aprovechando las aptitudes profesionales: ambos graduados en Finanzas y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado en Colombia. Ellos deciden hoy abandonar Chile.

“Nosotros estábamos buscando una experiencia de crecimiento personal, de crecimiento profesional y ya lo conseguimos. La vida es parecida al ciclismo en la medida que hay metas volantes y una meta a largo plazo. Cuando las metas volantes se van cumpliendo te vas quedando sin razones de estar acá” comenta Santiago.

Y es que en estos cinco años de permanencia en Chile, hubo varias ocasiones donde pensaron en regresar a su tierra, donde existe una inmensa familia que los extraña y siempre los espera con los brazos abiertos. Sin embargo, las circunstancias hicieron que su permanencia en el país se fuera extendiendo cada vez más. Santiago, logró con esfuerzo entrar a estudiar un MBA en Administración de Empresas en la Universidad Católica de Valparaíso, poco antes de que Ana comenzara su Magíster en Dirección Financiera en la Universidad Adolfo Ibáñez en la capital. Esto hizo que los tiempos de su regreso se alargaran cada vez más.

La adaptación de la pareja nunca fue fácil. Santiago comenta: “Me costó mucho hacer nexos de amistad profunda con chilenos. Yo nunca llegué a lograr ese punto de sentirme realmente perteneciente a Chile. Sí me sentía bienvenido, me trataron muy bien, me fue muy bien en los trabajos que hice. No es una crítica al país sino que tal vez fui yo que no me adapté”.

Y es que a pesar de los muchos momentos agradables que pasaron en el país que los acogió, también pasaron el “terror” de sus vidas, como aquella noche del 27 de febrero de 2010 cuando aún residían en Viña del Mar. “El recuerdo impactante del terremoto, fueron esos siete segundos de extremo silencio después de que terminó. No se escuchaba nada, hubo un silencio sepulcral” dice Santiago. Y siete días después, la réplica: “Fue peor que el terremoto. Vimos el pánico en su más pura expresión” dice Ana.

Ese momento crítico que sufrió el país, no fue menor para la pareja “cafetera” sobre todo para Ana, que le generó por muchos días un nivel demasiado fuerte de estrés que la enfermó física y psicológicamente por lo cual tuvo que viajar por unos días a Colombia donde se pudo recuperar.

Después de un tiempo, ambos con nuevo trabajo, se trasladaron a la capital donde encontraron nuevos amigos y lograron cumplir otras metas, entre ellas viajar dentro de Chile.

Es momento de partir. Contrajeron matrimonio a finales del 2011 y se aproximan los nuevos retos; entre ellos agrandar la familia con los hijos. Para que esto suceda falta un poco, pero por lo menos Santiago quiere que cuando llegue el momento, los hijos nazcan en Colombia y “bien criollos” como él dice.

“A mí sí me hubiera gustado que los hijos nacieran acá para recibir algunos beneficios y se criaran en Colombia” dice Ana, contradiciendo un poco a su esposo.

Parece ser que el destino y el Dios en que tanto creen, estuviera a favor de la pareja, ya que el Banco donde trabaja Ana le concedió el traslado a Colombia, encontrando así la tan anhelada oportunidad de regresar a su amado terruño.

Cada vez que se acerca el día de partir y no dejan de tener sentimientos encontrados por abandonar el país que los favoreció tanto. Ya saben que la página de vivir en el país austral se está cerrando definitivamente y es muy difícil ver de nuevo las amistades reunidas.

A pesar del calor insoportable en verano que no dejaba dormir a Santiago, el intenso frío invernal y las alergias en primavera, se llevan gratos recuerdos y extrañarán muchas cosas. Por eso se han estado despidiendo de los amigos con los que compartieron y también están recorriendo los lugares por donde estuvieron en estos cinco importantes años de su vida, como Valparaíso, puerto que los recibió por primera vez al llegar a Chile. Como dice Ana graciosamente están “recogiendo los pasos”.

Están vendiendo absolutamente todo; hasta los guantes de la bicicleta de Ana a $500 y un porta retrato de madera a $1.000. Las cosas que no logre su objetivo, serán donadas al Hogar de Cristo, dice la pareja como fórmula perfecta para estar en paz con Dios.“Lo que das, se te multiplica” comentan mientras compartíamos la deliciosa receta de Ana: buñuelos acompañados de chocolate.

Entre tantas razones que tienen para regresar, Santiago nos da dos razones más: “Colombia es un país que en estos momentos es como fue Chile en los noventa. Hay muchas cosas en Colombia que están por hacer y que se necesita gente como Ana y como yo para hacerlas. Es un momento apropiado para volver a Colombia. La economía de Colombia está creciendo”

¿Y la otra? le pregunto. “La otra es que aunque suene muy trivial, me hace mucha falta acompañar a mi equipo de fútbol al estadio”. Se refiere al equipo Millonarios. 

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