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viernes, 1 de mayo de 2020

Migración: los otros que quiero reconocer

Debo confesar que pasaron muchos años de mi vida sin que tomara el tema de la migración en serio, ignorando los más de 250 millones de personas en el mundo que residen en un país distinto al país de nacimiento, según las Naciones Unidas. Y esto resulta paradójico, puesto que vengo de una familia de migrantes. Primero mis abuelos maternos que fueron migrantes internos en Colombia, luego mi tía que emigró a Europa en la década de los noventas, arrastrándose a primas, hermanos, tíos y demás familiares en una larga cadena, todos buscando nuevas oportunidades.  

Ni siquiera tomé en serio el tema cuando viví en carne propia este fenómeno, primero en el año 98 cuando viajé a Chile con el propósito fallido de residir y luego en el año 2005 cuando viajé a Austria con el mismo objetivo y desenlace. Tenía las vivencias y la oportunidad de concienciar esta materia frente a mis narices y no lo hice.
Sólo por azares del destino o conspiración del universo es que hoy, después de mucho tiempo, mi nivel de conciencia al respecto está despertando, gracias a que, ya en el año 2011 con mi segundo -y esta vez definitivo- viaje a Chile, tuve la oportunidad de conocer personas maravillosas que trabajan ardua y desinteresadamente en el tema y que me abrieron un rincón en sus puestos de trabajo para aprender de ellos.
En el día internacional del migrante quisiera, no solamente hacer una consideración a aquellos que toman la nada fácil decisión de abandonar su terruño para emprender nuevos destinos con todas las dificultades que ello implica, sino también a las personas que trabajan para que aquellos viajeros sean reconocidos, sean visibilizados, les hagan valer sus derechos, tengan un espacio en la sociedad, sean escuchados, sean tratados como igual o simplemente hagan despertar conciencia de su importancia, como hicieron conmigo.
Son muchas personas en el mundo que trabajan con esos propósitos, pero desde mi ventana puedo mencionar, entre muchas otras, a personas como Rodolfo Noriega, que sin haber trabajado directamente con él, he sido testigo de su labor incansable para que los derechos de las personas migrantes en Chile sean reconocidos; Jorge Rizik, porque sé que a pesar de las inmensas dificultades que ello implica, ha logrado sostener una plataforma comunicacional que aporta a la multiculturalidad; Álvaro Álvarez, veterano en el tema y que siempre ha dispuesto su profesionalismo y opinión para mantener viva la discusión al respecto; y Rodrigo Sandoval, quien asumiendo las riendas del Departamento de Extranjería y Migración en su momento, hizo grandes aportes, entre otros, administrativos.
Sabiendo que quedan muchos en el tintero, a todos ellos mi humilde reconocimiento, esperando seguir aprendiendo de ellos, de sus ideas, de sus ganas, de su profesionalismo, de su empatía y de su compromiso.

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