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lunes, 1 de junio de 2020

Instrumentalización de la migración venezolana

Esta mañana me encontré con las declaraciones de Tomás Guanipa, «embajador» en Colombia del jefe del parlamento venezolano, Juan Guaidó, pidiéndole a sus connacionales en Colombia que no regresen a Venezuela porque, según él, se encontrarían con una situación peor de la que viven en el país cafetero. Lo anterior, a propósito del retorno de cerca de 56 mil venezolanos que decidieron cruzar la frontera debido a la crisis del Covid-19, según cifras arrojadas por Migración Colombia.

«No regresen», les dice. Como si estuviese dirigiendo a un rebaño de ganado que únicamente existe para su propio beneficio, y el beneficio de sus amigos de la oposición en Venezuela. «No regresen», les dice. Como con el miedo que alguien pudiera sentir al perder un instrumento político, y ya no poderlo mostrar como un trofeo o símbolo del fracaso del gobierno venezolano. «No regresen», les dice. Como homogeneizando las razones que tuvo cada migrante para tomar su propia decisión. «No regresen», les dice. Como el juez todopoderoso quien indica que «su rebaño» va a estar mejor en el cielo de Colombia, que en el infierno de Venezuela.
Algo de lo poco que he aprendido en el mundo de la migración, es que este fenómeno no se controla al antojo de un particular o de una visión política; no se controla como cuando alguien abre o cierra una llave de agua, sino por las mismas fuerzas naturales que hacen que éstas se produzcan, pero también por las decisiones particulares y poderosas de cada individuo.
Deben prevalecer las libertades: las de migrar, las de retornar y, sobretodo, las de no convertirse en un vil instrumento de las rabietas de cualquier tendencia ideológica, venga de donde venga.
Foto: El Clarín.

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